Comentaba en la entrada anterior del comportamiento simiesco de algunas "personas" en conciertos y otros eventos multitudinarios en nuestro país y de como deterioran nuestra imagen ante la sociedad, especialmente los que somos rockeros heavymetaleros. Y no es que me importe especialmente el "que dirán" pero a los que hemos sido señalados en alguna ocasión por nuestros congéneres tachandonos de drogadictos, enfermos o hasta peligrosos no nos es grato encontrarnos con sujetos que se empeñan en perpetuar esa etiqueta que se nos ha impuesto.
En el estupendo documental Metal: A Headbanger's Journey, una chica declara con una fuerte convicción ser mejor persona desde que escucha Metal. Me gustaría pensar que eso es así de sencillo, pero me encontrado en conciertos, foros o en pláticas ocasionales gente que también gusta de escuchar esta música que son unos verdaderos barbajanes.
Lo cual quiere decir que, aunque a los metaleros nos guste la misma música, no siempre es por las mismas razones. No me gusta meter en este pós a los Iron Maiden porque ya los he mencionado en otras entradas recientes, pero como es la banda a la que he seguido más de cerca creo que así será mas sencillo ejemplificar lo que afirmo.
El primero disco de Iron Maiden que tuve en mis manos fue el mítico Live After Death de 1985. Lo primero que me impresionó fue esa estupenda portada llena de detalles por todos lados, así como la no menos compleja contraportada que me quedaba contemplando mientras escuchaba la música contenida. Los que hayan tenido la versión de acetato saben a lo que me refiero.
Lo siguiente, la música (obvio) la cual me impactó aún más que la carátula. La velocidad, el virtuosismo pero sobre todo, la entrega con la que la banda ejecutaba esas estupendas composiciones terminó por atraparme de tal manera que entonces ya sabía yo que ésa era mi música. La que mejor me quedaba y la que siempre escucharía. Posteriormente, las letras que narraban hechos históricos o eran adaptaciones de obras literarias clásicas de respetados autores como G. K. Chesterton o Samuel Taylor Cooleridge, fueron la confirmación definitiva de mi admiración por el Metal y por los Maiden en particular.
Después fui conociendo a otros fans del Metal con los que fui intercambiando opiniones, discos, cassettes, revistas, posters, etc. Pero a la vez, me fui dando cuenta que dentro de este pequeño universo aparentemente homogéneo (sobre todo a la vista del observador ocasional)hay de todo: desde aquellos que no han superado la fase de las portadas, o aquellos que coleccionan la música pero no tienen ni la menor idea de que van las letras hasta aquellos que van a los eventos a emborracharse o a drogarse y echar su respectiva dotación de desmadre.
En el concierto de Judas Priest en octubre pasado, estaba un baboso fumando (el concierto fue en un lugar cerrado) por lo que se le solicitó que apagara su cigarrillo por parte de un elemento. El sujeto hizo caso omiso mientras hacía la "air guitar" ante la mirada divertida de sus amigotes. Posteriormente, más elemento de seguridad asistieron al primero lo que ya no les pareció divertido a los amigotes que terminaron diciéndole al baboso que apagara su maldito cigarro.
A pesar de lo anteriormente señalado, la mayoría de los rockeros que he encontrado en esta aventura han sido gente de lo mas agradable y accesible pero creo que tal vez son características inherentes a la persona que al tipo de música que prefieren. De veras me gustaría creer que el Metal es forjador de buenas personas. Tal vez ni yo lo sea.
2 comentarios:
Pues si hay casos donde son buenas personas, pero también nunca falta el que se cree el ser supremo solo por que escucha metal, como en todas las cosas, se encuentra de todo.
Saludines
:D
Pues si, lo malo es que como dicen: por uno la llevamos todos. Ni hablar.
Que estés bien. Saludos!!
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