Pues como en la entrada anterior me quedé pensando en vampiros de la región de los Cárpatos, y como el día de ayer casi por casualidad me encuentro con la versión que del Conde Drácula hiciera el director Francis Ford Coppola (El Padrino, Apocalípsis Ahora) en 1992, pos voy a seguir con el tema. A pesar de que por un tiempo fue una de mis cintas consentidas, tenía años sin verla, ni cuando la pasaban por TV. Inmediatamente que la adquiero, movido sobre todo por saber cómo ha envejecido la cinta en relación al recuerdo que tenía yo de ella y si la iba a encontrar tan efectiva como antaño. Y lo cierto es que la cinta, al día de hoy se mantiene como una brillante Obra de Arte.
La cinta es a ratos erótica, poética... y aterradora. Y gran parte de ella sustentado por la portentosa actuación de Gary Oldman como el Conde, quien ahora es un anciano decrépito, luego un conde refinado y seductor, una bestia horripilante... o un simple hombre desesperado por amor. Amor que sufrimos junto con él y hasta llegamos a compadecer a pesar de tratarse de un ser infernal. Además de que Oldman imita a la perfección el acento de un noble de Europa del Este.
Así mismo, la ambientación es estupenda trayendo a la actualidad el Londres del siglo XIX en todo su esplendor. Pero la parte que más me gustó fue el tratamiento mortecino y casi místico que se le dio a Transilvania, la tierra del Conde, mostrándolo como un lugar en el que la luz del sol parece brillar con menor intensidad que en el resto del mundo dando así la impresión de que realmente son tierras habitadas por los No-Muertos.
Tal vez el único pero viene siendo la actuación de Keanu Reeves, quien parece estar lobotomizado durante la mayor parte de la cinta, o alguna que otra secuencia en la que los efectos especiales han perdido algo de efectividad. Pero son detalles que no echan a perder una obra que, a casi 20 años de su estreno, se mantiene como una de las mejores en su género así como un homenaje al mismo nacimiento de la cinematografía. Sólo me resta imaginar como hubiese sido si el director la hubiera filmado en blanco y negro... pero esos ya son desvaríos que no vienen al caso.
La cinta es a ratos erótica, poética... y aterradora. Y gran parte de ella sustentado por la portentosa actuación de Gary Oldman como el Conde, quien ahora es un anciano decrépito, luego un conde refinado y seductor, una bestia horripilante... o un simple hombre desesperado por amor. Amor que sufrimos junto con él y hasta llegamos a compadecer a pesar de tratarse de un ser infernal. Además de que Oldman imita a la perfección el acento de un noble de Europa del Este.
Así mismo, la ambientación es estupenda trayendo a la actualidad el Londres del siglo XIX en todo su esplendor. Pero la parte que más me gustó fue el tratamiento mortecino y casi místico que se le dio a Transilvania, la tierra del Conde, mostrándolo como un lugar en el que la luz del sol parece brillar con menor intensidad que en el resto del mundo dando así la impresión de que realmente son tierras habitadas por los No-Muertos.
Tal vez el único pero viene siendo la actuación de Keanu Reeves, quien parece estar lobotomizado durante la mayor parte de la cinta, o alguna que otra secuencia en la que los efectos especiales han perdido algo de efectividad. Pero son detalles que no echan a perder una obra que, a casi 20 años de su estreno, se mantiene como una de las mejores en su género así como un homenaje al mismo nacimiento de la cinematografía. Sólo me resta imaginar como hubiese sido si el director la hubiera filmado en blanco y negro... pero esos ya son desvaríos que no vienen al caso.
Título Original: Bram Stoker's Dracula
Director: Francis Ford Coppola
País: Estados Unidos
Reparto: Gary Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves
Director: Francis Ford Coppola
País: Estados Unidos
Reparto: Gary Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves
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