Este pasado 1 de octubre el octavo disco de estudio de Iron Maiden cumple 24 años de haber sido editado. Dicho aniversario pasaría desapercibido para un servidor de no ser por la relación que tuve con ese trabajo en particular ya que para ese entonces ya era un seguidor de tiempo completo de los ingleses.
Era el año 1988 y la banda recién editaba el celebradísimo Seventh Son of a Seventh Son, su producción más ambiciosa hasta ese momento en cuanto a temática, ejecución y puesta en escena y que supuso la culminación de una evolución natural en el sonido de la banda desde sus inicios con su homónimo álbum debut el cual contenía un sonido más directo y hasta urbano pasando posteriormente por producciones como The Number of the Beast, Piece of Mind o Powerslave que contenían una mejor producción así como canciones de corte cada vez más épicas y complejas.
Seventh Son... fue además un disco muy importante para los Maiden: comenzaron a explorar su vena más progresiva (lo cual continúa hasta la fecha) y el cantante Bruce Dickinson ha declarado que gracias a ese disco fue que nació su interés por el ocultismo, por lo tanto las expectativas para su siguiente trabajo estaban por las nubes.
Sin embargo y a pesar del éxito obtenido, no todo era felicidad al interior de la maquinaria Maiden: Adrian Smith (extrema izquierda, imagen anterior), guitarrista y uno de los principales compositores dentro de la banda los abandonaba debido a diferencias artísticas y era sustituido por Janick Gers (extrema izquiera, otra vez, en la siguiente imagen) antes de comenzar a trabajar en el disco motivo de esta entrada.
No Prayer for the Dying vio la luz el 1 de octubre de 1990 y el resultado fue un tanto sorprendente y desconcertante, el nuevo trabajo contenía un sonido más directo y una producción un tanto más pobre en relación a sus anteriores trabajos ya que fue grabado en un estudio rodante que el bajista y fundador de la banda Steve Harris instaló en su casa. Lo anterior no hubiese sido un problema si las composiciones se encontraran a la altura de lo que una banda como Iron Maiden nos tenia acostumbrados.
Aun recuerdo el día en que, con toda la ilusión del mundo fui a comprar el acetato y tocarlo en el tocadiscos de mi casa aunque mi primera observación fue la portada: impresionante como siempre pero... ¿Eddie en un cementerio? eso ya se había hecho en el mítico Live After Death (1985) además de que se rompía la continuidad en la historia de la mascota en relación a sus anteriores andanzas: la placa en la cabeza, la gota se sangre, los componentes cyborg, etcétera pero... ¡esos eran detalles menores si la música seguía siendo de lo mejor!
La obra comienza con la potente Tailgunner, una pieza que sin ser sobresaliente si era algo que se esperaría de la banda pero es con la siguiente, Holy Smoke (que fue lanzada como sencillo) que llegaba la decepción: una canción simplona y que mas bien daba la impresión que se trataba de un canción grabada en un momento de descanso durante las sesiones de grabación y el video de la misma tampoco ayudaba mucho.
El tema título me pareció que tenía un inicio prometedor pero parecía que Harris no supo como terminarla, Public Enema No. 1, Fates Warning, Assassin y Run Silent Run Deep las encontré como buenas a secas, sin esa contundencia característica de la banda y Hooks in You y Bring Your Daughter... directamente me parecieron una especie de broma de mal gusto, unos Maiden poco inspirados con una producción barata y descuidada y la voz rasposa con la que Dickinson encaraba los temas me parecía un desperdicio, tratándose de uno de las mejores voces que ha dado el Metal. La única que encontré digna de su nombre fue Mother Russia, la que cerraba el disco pero que ya poco podía hacer por salvarlo.
"Esto no es Iron Maiden" pensé en ese entonces. Para mi, Maiden era Rime of the Ancient Mariner, To Tame a Land o Hallowed Be Thy Name, es decir temas largos, complejos y en los que es un placer adentrarse en su atmósfera; o en su vertiente más directa Wasted Years, The Trooper o Aces High y sólo hasta un par de años después, en 1992 con la edición de Fear of The Dark fue que consideré que las cosas volvían a su sitio.
Pero posteriormente cuando me volvía a acercar a este disco lo encontré como una producción audaz y arriesgada, En lugar de continuar con lo ya establecido en sus anteriores trabajos, optaron por algo más básico dándole también un vuelco a las letras tratando estas temas más actuales como la corrupción, contaminación ambiental o desastres naturales. Revalorándolos, son temas trabajados que si bien no les ayuda ese soso sonido podemos encontrar un buen trabajo de guitarras y cantidad de matices poco notables a las primeras escuchas.
Así mismo, para la respectiva gira mundial se olvidaron de los escenarios fastuosos recurriendo a una puesta en escena básica y sin la pirotecnia ni elementos visuales que ya eran habituales en sus presentaciones, algo que tal vez decepcionó a sus fans de por aquel entonces pero que no dejaba de ser una buena idea: volver en cierta manera a los inicios y dejar que la música sea la verdadera estrella del espectáculo (aunque lo que no fue buena idea fue la chaqueta con "barbas" de Dickinson con la que parecía cantante grupero).
En alguna ocasión leí en un foro que un fan opinaba que No Prayer... es un mal disco de Maiden pero uno bueno de Metal y tal vez esa sea una aproximación acertada. Tal vez si este disco hubiese aparecido entre Killers y Number of the Beast actualmente tendría una mejor valoración dentro de su discografía pero tal vez también se trataba del respiro que la banda necesitaba después de la "seriedad" inherente a un álbum como Seventh Son...
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