En busca de Tenochtitlan es el tema central de la revista National Geographic en Español. En ella se detalla el reciente descubrimiento del monolito que contiene grabada la bella e intimidante imagen de Tlaltecuhtli, diosa azteca de la Tierra y símbolo del ciclo de la vida y la muerte. Justamente me encontraba leyendo dicho artículo en días pasados cuando, por cuestiones de trabajo, estuve en la otrora capital del Imperio Mexica. Esta es una ciudad que siempre me ha provocado sentimientos contradictorios: es una ciudad que encuentro de lo más interesante, fascinante en cuanto a su gente que todos los días lucha por hacerse de un espacio en la ciudad más grande y poblada del mundo, con todo el caos y los retos que ello implica.
Pero por otro lado, y siendo quien esto firma una persona que ha leído y estudiado lo referente a los usos y costumbres de los habitantes de la América Prehispánica, encuentro lamentable el que se haya destruido una civilización entera con todo su poderío, su mística y demás particularidades que hicieron de los aztecas el impero más grande de la región. El mexicano moderno es tan solo el pálido reflejo de los orgullosos habitantes de aquel pueblo y algunas, solo algunas de sus costumbres sobreviven de mala manera, distorsionadas por el paso del tiempo y adaptadas a una modernidad que no perdona y poco entiende que es en el pasado donde se encuentran los cimientos para poder mirar hacia el futuro. Un futuro cada vez más oscuro y que tal vez poco tendrá que ver con una ciudad de emperadores, guerreros y divinidades que alguna vez reinaron aquí. Ésta y otras cavilaciones pasaban por mi cabeza mientras paseaba por lo que fue en alguna ocasión La Gran Tenochtitlan.
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