¡Que no le peguen a diosito!

Hace años que no veía La Pasión de Cristo y qué mejor marco que la semana santa para verla de nuevo. Lo cierto es que la cinta de Mel Gibson está tan llena de morbo que hay algo en ella que invita a un nuevo visionado. Pero la salvaje golpiza que se lleva Jesús no lo es todo: la música, la fotografía, algunas actuaciones o el hecho de que está hablada en arameo y en latín junto con algunas poderosas imágenes constituyen elementos netamente cinematográficos que le dan un valor añadido.

Pero lo cierto es que priva la tortura física sobre todo lo anterior. Gibson es demasiado enfático en cómo murió Jesús que se le olvida la manera en la que vivió. Conocemos poco acerca de su doctrina, sus pensamientos, ideas y su postura ante las circunstancias políticas y sociales de su tiempo. Es decir, que no aprendemos nada nuevo acerca de la figura de Cristo.

Y lo que es más alarmante: la Resurrección, aquel momento en el que se sustenta toda la fe católica es tratado aquí de manera casi anecdótica, como si fuese la consecuencia lógica de tanto castigo físico, el "sufrir para merecer" que muchos afirman es el sentido de la vida pero que constituye una visión por demás errónea de la fe en la que se recurre a los castigos corporales para considerarse "dignos". Que tontería.

El título de pos viene dado por un artículo del periodista Leonardo García Tsao en el que hace una crítica de esta misma película. En dicho artículo, García Tsao hace referencia a un amigo suyo de la infancia que, en la secuencia de los tormentos en El Mártir del Calvario exclama lo mismo que el título. Curiosamente, la reacción en los cines ante la cinta de Gibson fue igual.

Título Original: The Passion of the Christ.

Director: Mel Gibson.

País: Estados Unidos, Italia.

Reparto: James Caviezel, Monica Bellucci.