sábado, 26 de diciembre de 2009

Un pós un tanto macabro en estas "Noches de Paz"

No sabría precisar el porqué pero estas fechas de fín de año, más que relacionarlas con posadas, buñuelos, hombres gordos vestidos de rojo, reuniones familiares, brindis, buenos deseos, etc. para mi revisten más bien el sabor de la ausencia, de las historias de fantasmas... un sentimiento que ni siquiera en día de muertos se hace presente. Tal vez se deba a que una de las películas que más me han impactado haya sido "El Resplandor" de Stanley Kubrick, cinta cuyos sucesos tiene lugar precisamente durante estas fechas. O tal vez sea el clima, los días fríos, las ramas desnudas de los árboles...

No hace mucho, un vecino que tenía en mi anterior vecindario tuvo la ocurrencia de dejar el arbol de navidad durante varios años seguidos. Lo más curioso fué que junto al arbol había dos muñecos de trapo de tamaño natural con máscaras de hule que le conferían un apariencia bastante siniestra al escenario que el vecino se montó. Algo perturbador era que el hombre prendía el árbol cada noche durante el tiempo que exhibía su "creación" a todo aquel que pasara frente a su enorme ventanal, nunca supe el porque.

Para rematar, una de las películas que más disfruto ver en esta época es "Los Otros" de Alejandro Amenábar. En ella, es inolvidable la escena en que la protagonista (interpretada por Nicole Kidman) se encuentra con el "album de los muertos": fotografìas de personas fallecidas por parte de los mismo familiares como recordatorio de la persona en cuestión y qué viene siendo el tema del presente pós.

Tan pronto como el daguerrotipo se popularizó comenzaron a aparecer las primeras tomas post mortem. Tras la muerte, la familia del fallecido se enfrentaba cara a cara con la desaparición del mismo y sólo el registro de su imagen a través de un proceso fotoquímico les permitía conservar un último recuerdo material de su aspecto. Por si esto fuera poco, los cuerpos exánimes resultaban el blanco perfecto para los daguerrotipistas, limitados por los largos tiempos de exposición requeridos para impresionar sus placas fotosensibles. Muy escasas al principio, el número de imágenes post mortem fue creciendo exponencialmente a medida que la adquisición de una fotografía se convertía en algo más o menos “común”.



En 1860 prácticamente todos los miembros de la sociedad podían permitirse el pago de un retrato, lo que popularizó en gran medida la difusión de los mismos. Sin embargo, el proceso seguía reservándose para eventos especiales, y además, fotografiar a los muertos siempre fue especialmente gravoso para las familias que encargaban la tarea. En muchos casos se justificaba el precio argumentando que el fotógrafo debía desplazarse hasta el lugar donde el fallecido estaba depositado, sin embargo, la razón real distaba un tanto de esa excusa. Lo que sucedió fue simple, hubo un momento en que la fotografía post mortem se popularizó muchísimo en ciertas zonas del planeta y prácticamente era un requisito social “obligatorio” su realización, lo que encareció los precios enormente, ya que la familia se veía forzada a realizar el pago sí o sí, sobre todo teniendo en cuenta el breve plazo de tiempo disponible para realizar la toma antes de sepultar cuerpo. Tal fue la difusión del fenómeno en Europa y Norteamérica que muchos fotógrafos se especializaron en gran medida y no eran extrañas las exposiciones reservadas exclusivamente a este tipo de tomas.

En los primeros tiempos los cuerpos muertos usualmente se retrataban como si estuvieran dormidos, lo que otorgaba a los mismos una imagen de naturalidad al tiempo que se simbolizaba el “eterno descanso” del fallecido, pero también fue muy común disponer los cadáveres de tal manera que simularan estar realizando algún acto cotidiano, proceso que incluía, en muchos casos, abrir los ojos del difunto utilizando utensilios diversos (en general, una cucharilla de café) y resituar correctamente el ojo en la cuenca. De hecho, se solía dar completa libertad a la persona encargada de tomar la imagen para vestir y disponer el cuerpo como considerara apropiado.


Los finales de la fotografía post mortem (entendida ésta como un recurso familiar para no olvidar a los fallecidos) llegaron a mediados del siglo XX, con la popularización general de las cámaras fotográficas modernas, que permitieron fotografiar a la gente en vida realizando actividades normales. Son fotos con menos encanto, pero posiblemente más agradables para la gente. Sin embargo, el género se sigue practicando aún en ciertas ocasiones cuando el personaje fallecido resulta muy importante o famoso, ya sea para documentar algún medio de prensa, ya sea como recuerdo de la celebración funeraria en sí misma. En España, una de las últimas instantáneas oficiales realizadas, y que tuvo enorme difusión, fue la imagen del cadaver de Franco, tomada en 1975. Sin embargo, hay fotos mucho más recientes, como las del Papa Juan Pablo II. Resulta bastante curioso observar como la sociedad aceptó desde el primer momento y continua aceptando perfectamente las tomas post mortem de las personalidades e individuos influyentes, e incluso las ve como algo normal, y sin embargo la fotografía post mortem tradicional, que tuvo en su momento la misma finalidad, es considerada por muchos como una especialidad morbosa e insana. A pesar de ello, es muy probable que casi todos tengamos, si repasamos nuestro archivo familiar, alguna de estas imágenes formando parte de él.







Fuente:
http://www.101room.net/wordpress/2006/03/21/introduccion-a-la-fotografia-post-mortem/
donde pueden encontrar el artículo al completo, así como muchas más imágenes.

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